DESDE LA ABSOLUTA...

No hay título más cliché, pero venía demasiado bien al caso… perdón por esta insolencia estética.

Es probable que la crisis tenga algo que ver, pero poco. Los períodos de inactividad son frecuentes en este mundillo audiovisual chileno, sin embargo, cuando se hacen demasiado largos surge cierta inquietud en el espíritu. En el mundo en el que me muevo lo hago por un rebote accidental desde el mundo de la Filosofía y las letras, algo así como un accidente cósmico producto de una intervención extraña que hace que uno more en un mundo paralelo al que moraría con otra dirección de los acontecimientos… todavía me influye Star Trek.

No es todavía el lugar perfecto, pero es un buen lugar. Fuerza mi creatividad, me obliga a hacerme entender –alejándome de-las-palabras-con-guión heideggerianas –y creo que le hace mejor a mi prosa que lo que le hubiera acontecido de continuar un camino académico regular, que era el planeta que me estaba destinado. Desde aquí además, intento encaminarme de vuelta a la palabra puramente escrita… con todo, cada cierto tiempo, cuando ocurren estos accidentes propios de una industria en ciernes, es uno arrojado al compás lentísimo de las esperas de las respuestas que se transforman en respuestas ontológicas… o sea que le va a uno el ser en ellas.

¿Por qué? ¿Quién le obliga a uno a seguir estos caminos estrafalarios? Estoy absolutamente seguro que muchos mendigos a quienes les doy monedas juntan más que yo en el día –de hecho lo sé –, sin embargo, existe una compulsión extraña que hace que algunos nos sintamos bien sólo aquí, cuando junto con nuestra imaginación creamos o investigamos para conocer esos saberes que por arcanos no parecen más útiles. Muchos me acusan de haber abandonado la Filosofía, pero yo quiero creer que hago algo de Filosofía cuando entre chiste y chiste o ficción en ficción lanzo alguna que otra verdad… al menos me nutro de la Filosofía para hacerlo.

Pero no faltan los Calicles –de hecho Calicles debe ser mi apellido, porque todos en mi familia lo son. Calicles era aquel enemigo acérrimo de la Filosofía del “Gorgias” de Platón que decía:

“En verdad, querido Sócrates ––y no te irrites conmigo, pues voy a hablar en interés tuyo––,¿no te parece vergonzoso estar como creo que te encuentras tú y los que sin cesar llevan adelante la filosofía?… … Y bien, ¿qué sabiduría es esta, Sócrates, si un arte toma a un hombre bien dotado y le hace inferior sin que sea capaz de defenderse a sí mismo ni de salvarse de los más graves peligros ni de salvar a ningún otro, antes bien, quedando expuesto a ser despojado por sus enemigos de todos sus bienes y a vivir, en fin, despreciado en la ciudad?… … Pero, amigo, hazme caso: cesa de argumentar, cultiva el buen concierto de los negocios y cultívalo en lo que te dé reputación de hombre sensato; deja a otros esas ingeniosidades, que, más bien, es preciso llamar insulseces o charlatanerías, por las que habitarás en una casa vacía; imita, no a los que discuten esas pequeñeces, sino a los que tienen riqueza, estimación y otros muchos bienes…”( Gorgias 486 a 486b)

Calicles resuena en la mente en estos días… estuve alguna vez en “el buen concierto de los negocios” pero, y no voy a decir que fue impulsado por todo lo que es bueno y justo, debí salir de ello. Tal vez se pareciera más a un Pathos distinto: una compulsión ¿Existe acaso una extraña fuerza que le lleva a uno por estos caminos demenciales? Si alguna vez fue por vanidad, no hay vanidad que soporte la pobreza, a no ser la vanidad del asceta o del santo, pero nuestra ascesis es harto distinta. Nos opusimos a esa fuerza con toda nuestra propia fuerza, pero finalmente tuvimos que ceder y al ceder simplemente la abrazamos como nuestro destino.

¿Pero cómo defendernos de un mundo “calícleo”? No se cree uno mejor que los demás, de hecho se piensa en los demás bien poco. Se está en guerra más bien con uno mismo, luchando para ser una primera fuerza o un primer movimiento, porque sí, porque no queda otra salida, porque intentamos seguir los caminos burgueses trazados, pero no nos gustó adonde nos llevaban. La vida anodina de algunos debe, por tanto ser negada, porque es la única forma en que afirmamos la nuestra. No puede llegar aquel que habita el mundo como si nada, sentarse a nuestro lado y -aunque no sean capaces de articularlo -decirnos con su mera actitud: “Sin importar lo que hagas, tú y yo somos iguales. Ven conmigo a ver la teleserie y a bailar pachanga, mira que al final todos somos iguales y todos tenemos que ir al baño…”

No dirá que todos morimos, por que los Calicles modernos no hablan de la muerte y prefieren olvidarla, porque si la recordaran, entonces se verían en la obligación de dar sentido a sus vidas, por ello es que su analogía de la igualdad es del baño y no de la muerte. De hecho ellos no mueren, terminan, se acaban como una mosca o un perro, porque no mueren la muerte manera auténtica. Nosotros andamos nuestro camino descifrando enigmas y siguiendo el camino del creador. Debemos alejarnos de los Calicles por los que los Calicles nos hacen daño, le restan valor a nuestras existencias: los sacrificios parecen vanos, las privaciones inútiles y las creaciones y descubrimientos vanos ante su insensibilidad.

No somos mejores que nadie, pero queremos ser mejores que nosotros mismos. Vivimos como vivimos porque no nos queda salida ¡cuánto más cómodo no era ser un abogado modesto en provincias, el dueño de un modesto almacén! Pero no… no es ese nuestro juego ni nuestro destino. La finitud de nuestras existencias es un acicate, por eso del ars longa vita brevis –el arte es largo y la vida es breve, ya nadie sabe latín –pero es también el recordatorio de que es mejor que si vamos a pasar por aquí, lo hagamos de la forma más radical y auténtica posible, porque el tiempo para postergar es limitado.

Por eso, en estos momentos difíciles ¡atrás de mí todos los Calicles! Ustedes tienen vidas cómodas, envidiables –por qué no admitirlo –e inconscientes… veamos cómo serán nuestras muertes, pero como todavía espero que falte para ello y tampoco estoy interesado en competir, retírense a sus vidas normales y dejen a los dementes enfrentar los tiempos duros de la mejor manera posible. Explíquennos desde sus hormigas burguesas y sus cigarras hippies, pero háganlo lejos de nosotros los dementes.