domingo, 17 de mayo de 2009

IRRELEVANCIA

El hombre nos contaba cada noche la misma historia: alguna vez había sido un pintor famoso y ahora, con sus manos retorcidas y apenas pudiendo caminar, se veía obligado a pedir limosna -me dijo alguna vez qué enfermedad tenía, pero no le puse antención, y aunque hubiera atendido, tampoco sé demasiado de enfermedades. Todas las noches le daba algunas monedas, casi siempre le doy monedas a todo el que me las pide aunque me falte el dinero; me alivia un poco la culpa.

Un día vi un artículo de dos páginas en un diario muy importante. Mostraban sus trabajos e invitaban a una retrospectiva y a un homenaje en el Museo de Bellas Artes con motivo de su muerte. Aparecía también una foto de mejores tiempos de aquel mendigo a quien además de inválido yo creí delirante. En el museo hablarían el ministro de la cultura y un montón de personas que le conocieron... y le permitieron morir en la calle pidiendo monedas a los incautos transeúntes que, como yo, no supieron a tiempo quién era.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Que triste así es la vida.
A veces juzgamos a los demás solo por una apariencia sin ni tan siquiera saber quien es en el fondo.
Creo que esas son cosas que se aprenden con el tiempo.
La vida nos va enseñando.
Pero eres bondadosa ese gesto tuyo el lo aprecio y aunque no creas tu imagen se quedo en su corazón.
Eres buena no te sientas culpable por lo pasado tu no sabias y la vida va tan deprisa que a veces no tenemos tiempo para detenernos.

Habitaciones rojas, pensamientos negros dijo...

Con frecuencia, por desgracia, es más posible que te tienda una mano un extraño que aquellos que te han alabado hasta un tiempo atrás...

Beso rojos,
HR.